*ENCYCLOPAEDIA THULICA, I*


Por Asgeirr Sigurdssøn Ravna

Desde los últimos años del siglo VIII hasta la conquista de la Inglaterra sajona por el Duque de Normandía, William el Bastardo, un pueblo que hasta entonces había vivido más allá de las nieblas de la historia, hizo su irrupción en el Occidente europeo. El nombre con el que se reconoce el inicio de la llamada Explosión Nórdica, es Lindisfarne, un monasterio situado en una isla del antiguo reino de Northumberland. Corría el año 793 de la Era Cristiana, el monasterio fue atacado por un grupo de guerreros escandinavos, que en apenas unos minutos, con una rapidez escalofriante, hicieron bajar el mástil de la vela de su nave, encallaron su nave en las blancas arenas de la playa, y sin más intermedio se arrojaron sobre los desprevenidos monjes.
Seguramente, el asalto y destrucción del monasterio de Lindisfarne, no era la primera acción de este tipo que protagonizaban los marineros, comerciantes, piratas y guerreros del Norte, pero si fue el primero en el que las víctimas pudieron dejar huella en la historia, pues en aquella época de oscuridad, solo los monjes pudieron guardar escrita la constancia de ese ataque. Fue el primero, pero no el último…
A lo largo de las dos centurias que le siguieron, el precedente de Lindisfarne se repitió en escala cada vez mayor y más audaz en todas las costas, riberas e, incluso, en las tierras más alejadas del mar, a la que aquellos guerreros, paganos, astutos y terribles pudieron llegar, primero con sus barcos con cabeza de dragón, más adelante sobre los caballos que robaban a sus enemigos.
 
Sin embargo, no era su religión lo que les llevaba a luchar contra los cristianos, pues fueron reyes escandinavos cristianos los que sometieron Inglaterra al gobierno de Dinamarca, o gran parte de la actual Escocia al de Noruega, incluso reyes que aun se llamaban vikingos a si mismos participaron en las Cruzadas, y aunque los duques de Normandía eran vasallos del rey de Francia, eran los descendientes de un tal Rollon, llamado Hrolfr el Caminante por los suyos, Roberto a partir de que tomara la comunión, en una ceremonia en la que los reyes francos reconocían a los escandinavos la posesión de una tierra en la que llevaban afincados desde hacía un siglo, una tierra que llevaba el explícito nombre de Nortmannia, la tierra de los hombres del norte, desde la que habían asolado el reino de los francos sin que estos pudieran desalojarlos. La exitosa experiencia de Normandía, no es la única muestra de cómo ese pueblo de guerreros, comerciantes y exploradores formidables, ocupó un lugar en la historia en lo que se conoce como la época de las segundas invasiones. Los nórdicos se extendieron sin ruido por los archipiélagos del Mar del Norte, las Faroes, las Orcadas, las Shetland y las Hebridas, tras someter o eliminar a sus primitivos moradores. Desde esas bases, extendieron su influencia por todo el norte de Escocia, derrotando a las tribus pictas y escotas. Islandia, refugio de los más indomables de estos vikingos, que cuando el antiguo sistema de tribus independientes inició el camino hacia las monarquías unificadas en la península escandinava, prefirieron tomar el camino del mar para conservar sus libertades, le fue arrebatada a monjes irlandeses que habían iniciado su colonización un siglo antes.

A raíz de Lindisfarne, y con la ocupación de los archipiélagos del norte, noruegos y daneses empezaron su competición por el dominio de las rutas y tierras del Oeste. Una competición que no era del todo abierta, en la que a veces eran rivales, y a veces aliados.

La conquista de Irlanda, fruto de aventureros aislados, incluso de grandes expediciones de los reyes de Noruega, enfrentó a daneses y noruegos, hasta el punto de que los daneses, aliados con los irlandeses lograron expulsar a los noruegos por un tiempo, pero finalmente, los noruegos se impusieron y gobernaron el país como amos indiscutibles por un largo periodo. Los daneses tuvieron su principal campo de expansión en la Britania sajona, hasta el punto de que habían colonizado de forma pacífica grandes zonas del reino de Northumberland, y durante un periodo bastante extenso, parte de la Britania sajona fue conocida por el nombre de Danelag, la Ley de los Daneses, y el resto sometida al tributo conocido como el Danegeld, el oro de los daneses.

El momento culminante de la dominación danesa llegó a finales del siglo IX, cuando el Gran Ejército se paseó por el país arrasándolo todo si no podía obtener tributo. La derrota del Gran Ejército por los sajones no supuso el desvanecimiento del poder vikingo, solo una pausa, pues el Gran Ejército se trasladó al reino de los Francos asolándolo durante más de una década, hasta que la peste lo debilitó y disolvió.
Pero no solo el Oeste, Britania, Irlanda y el reino de los Francos, incluso tierras tan lejanas como los reinos hispanos, tanto musulmanes como cristianos, incluso ciudades italianas sufrieron el azote de los nórdicos. Los nórdicos del mar Báltico abrieron una nueva ruta hacia el Este, siguiendo los grandes ríos, colonizaron las estepas, fundando el embrión de Rusia, el reino nórdico de Gardariki, fundado por aquellos a los que los eslavos llamaron rus, del término nórdico ruotsi, los muchachos remeros, y los bizantinos varegos.
 




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