*Legende, (Acto Tercero)*


*FøDSELKVELD*
 

Nacimiento del príncipe valaco, Kveldulv Sorkanssøn
 


Cuando los drakkar llegaron a la costa bañada por el Mar Negro, se adentraron por una de las bocas del gran río Danubio para desde allí, proseguir su marcha en dirección a los dominios de Sorkan, Voivoda de Valaquia. En cuanto tocaron tierra, fueron recibidos con enorme ceremonia por los ejércitos leales al nuevo regente, así como por multitud de campesinos y gentes venidas de todos los rincones del reino para ver, aunque sólo fuese una vez y de lejos la comitiva.

Ésta estaba compuesta por los hombres que fieramente habían luchado junto a su Señor en la conquista de las tierras del Sur de Kaupang, donde habían conseguido un cuantioso botín con el que costear todas las dispensas que la larga guerra por ascender al trono de Valaquia les había costado.

 Así, la gente llana, aclamaba a su nuevo dirigente, el orgulloso Sorkan, pues no sólo traía oro suficiente como para levantar de nuevo el imperio, sino que además les había librado de sus antiguos amos unos déspotas despreciables a los que el pueblo odiaba. También sentían curiosidad, no sólo por ver el gran ejército y a su comandante, sino por la esposa que éste traía consigo, una mujer del Norte, de la cual decían era tan fiera como su Señor.Medb Hårbrann, la de Cabellos de Fuego, era Thane de Tyrhavn en la lejana y misteriosa isla de Thule y había conocido al Voivoda cuando ambos, se enfrentaban en otra de las cruentas guerras de las que solían disfrutar los Señores de la Guerra, antes enemigos acérrimos, habían sabido trocar ese odio, si bien no por amor, por una necesidad podría llamarse animal del uno por el otro, pues si Sorkan era apasionado, su ahora esposa, compartía con él esa voracidad apasionada.
 La mujer, además, portaba en su vientre al hijo de su Señor, y era ese precisamente el motivo de su rápido regreso a tierra valaca; el pequeño, debía nacer en la Tierra de los antepasados de su padre...Cuando vio la gran multitud de gente congregada para recibirlos, Medb notó como empezaba a marearse, ¡nunca antes había presenciado tal recibimiento!, para evitar caer, cerró con fuerza sus puños sobre las riendas de su montura y fue entonces cuando notó, como un líquido caliente empapaba sus muslos. No dijo nada, prudente; sabía a que se debía, el alumbramiento era inminente, pero haciendo acopio de fuerzas, creyó que bien podría cabalgar aún unas horas más.

 Sorkan cabalgaba unos metros adelantado, escuchando complacido como era aclamado por su pueblo: 'aici meu tîpar ¡¡¡ oprire înauntru meu pamînt!, (aquí príncipe, parad en nuestras tierras!), varios carros de rhom, siguen a la comitiva circulando en paralelo, deseosos de tocar a los que regresan, conscientes de que la presencia del Voivoda, bendecirá sus campos, harto maltratados por la guerra. 'Bun venit', 'bun venit', se suceden las muestras de bienvenida; el guerrero, aunque satisfecho, se muestra algo triste, quizá pensando, en que los que ahora le aclaman, pronto deberán verse implicados en otra guerra, todos parecen tan jóvenes, jamás antes vieron un ejército tan cuantioso; entonces, abstraído en éstos pensamientos Sorkan se gira para ver la admiración reflejada en los ojos de su esposa, tendiéndole la mano, para percibir sus emociones ya que sus ojos le privan de la visión de ella, repara en lo frías que están las de su esposa, sin poder ver, que el color ha abandonado sus mejillas, está pálida y parece hacer grandes esfuerzos para mantenerse sujeta a la silla; encabrita su caballo y retrocede, colocándose a su lado....-¿Estáis bien Medb?, ¿que sucede?, espero que no os incomode toda ésta gente...

Medb negó con la cabeza, intentando esbozar una sonrisa, tomo aire, pues el dolor que empezaba a sentir golpeando sus riñones era tan intenso que la privo de voz durante un instante..-Vuestro hijo mi Señor, debe saber que está en su tierra y quiere verla con sus propios ojos. Sorkan abrió los ojos sorprendido por la noticia que, si bien esperaba, no pensaba se precipitara de éste modo. Aún no había recuperado la visión completa que perdió en el combate en el cual dio muerte al rey Makiander, pero ello no impidió que raudo, espolease su montura alzando la voz a sus soldados más próximos: Expres!, (rápido!), y luego, en un susurro casi para si mismo murmuro... Meu fiu eut venire, (mi hijo va a nacer...).

Los ejércitos empiezaron a moverse a una marcha más acentuada, dejando atrás los pueblos, variando el camino hacia Cluj-Napoca, la sede de Rumanía, cuyo castillo, está situado en Turda. Turda es una región única, provista de algunos valles extensos y llanuras que permiten ver a lo largo de mucha distancia. El enorme castillo, se alza sobre una de las montañas, dejando ver la cara escarpada de altas rocas; el camino, discurre tortuoso entre los árboles, siendo de difícil acceso para todo un ejército, así, algunos se dividieron, otros esperaron en la base de la montaña, mientras Sorkan, escoltado por algunos de sus hombres, llevo a Medb hacia el imponente castillo.

Medb cabalgaba inclinada hacia delante, mordiéndose el labio inferior para así mitigar un poco el dolor de las contracciones que sentía; su mano, acariciaba el cuello del animal, incitándole a que avanzase algo más rápido, esperando poder aguantar, hasta llegar al castillo de Turda.

Cuando el enorme puente levadizo empezó a descender, Sorkan atravesó éste ya portando las riendas del caballo de Medb. Los soldados, en las escondidas almenas de piedra oscurecida por el tiempo y el clima, se mantenían vigilantes mientras su Señor, junto con su esposa y los hombres que los acompañaban entraban en el recinto. Una vez dentro, desmontaron sin más preámbulos y varios sirvientes se aprestaron a recibirlos, mientras los generales, aguardaban expectantes las órdenes del Voivoda.
Los ojos de la mujer del Norte se alzaron, brillando emocionados al contemplar la gran fortaleza en la que iba a nacer su hijo. Sorkan dio la orden: ¡Llevadla a mis aposentos!, ¡avisad a los galenos!, grito.

Sin hacerse esperar, los sirvientes tomaron a la mujer casi en volandas, conduciéndola apresuradamente por los pasillos, iluminados solo por teas que proyectan sombras espectrales sobre los muros. Una nueva orden, ésta, diríase que pronunciada con extrema satisfacción. ¡Preparad...el regalo de mi hijo!. Kishar era una joven gitana que había acompañado sobre uno de los cientos de carromatos al séquito del Voivoda, avispada y despierta, sonrió al ver, por fin, el gran castillo ante si; haciendo gala de su juventud, sin pensar en las consecuencias, se atrevió a acercarse a las puertas cuando viendo, como los acontecimientos se sucedían tan rápidamente. Ha visto a la mujer de Sorkan ser bajada de su montura y llevada rápidamente al interior del castillo, y ha visto también, como Sorkan, descabalga y es seguido por dos de sus generales, ataviados con armaduras rojas, cuando se adentra con paso decidido siguiendo a los sirvientes que se llevaron a su esposa.

Ya ante la cámara del rey, los que portan a Medb empujan las grandes puertas de madera. El enorme lecho, situado a un extremo de los aposentos reales, es rápidamente cambiada y preparada para el parto....-¿Que pasa?, preguntó la joven gitana con el rostro pegado a los barrotes. ¿Va a nacer el pequeño príncipe?... ¡Oh, vamos, decidme algo, sólo quiero saberlo, quizá podría ayudar...!.Uno de los generales que no siguieron a Sorkan al interior del castillo, salio a responder a las preguntas de la gitana, sabe de las mujeres rhom, que son diestras comadronas; observo concienzudamente a Kishar, luego, abrio el gran portalón enrejado dejándola pasar....-Entra, -le dijo-, si eres tan hábil ayudando a traer el heredero al mundo como pareces curiosa, será un honor para tu gente y un modo de que tal vez nuestro señor, se muestre magnánimo con los de tu raza....-¡Claro, he ayudado a nacer a mis sobrinos, yo puedo ayudarla! El general asintió a Kishar y, tras dejarla pasar, la guío hasta los aposentos sin quitarle un sólo ojo de encima.

En las estancias reales, ya han colocado a Medb sobre el gran lecho, unos, corren a traer agua caliente y paños, otros, se apuran en encender todas las teas del cuarto para que esté más iluminado, mientras otros, descorren las cortinas abriendo las ventanas para ventilarlo.

Medb se recostó sobre el lecho, apoyándose sobre sus codos, facilitando la tarea de quitar sus ropas, ayudada en todo momentos por varios sirvientes. Una de las criadas, recoge sus largos cabellos en una trenza, otra, le coloca un blanco camisón de lino. Kishar sonríe y se recoge el pelo en el pañuelo que lleva alrededor del cuello, con atención, lo mira todo mientras sigue al general, emocionada por estar dentro del castillo de sus señores.

Mientras tanto, en los calabozos, los soldados preparan el 'regalo' que Sorkan ha dispuesto para su hijo. Los antiguos señores que antes regían Valaquia, los líderes que se le opusieron, han sido retenidos sin darles muerte hasta éste momento, sólo con la intención, de que puedan ver, como la sangre de Sorkan, reinará no sólo una vida, sino...dos. Los alaridos de éstos al saber que les llega la hora, resuenan en todos los calabozos, resistiéndose a los soldados.

Medb resopla, apenas puede contener las ganas que siente de gritar cuando un nuevo empuje del pequeño golpea el hueso, aún no dilatado del todo. Un sudor frío recorre su frente perlándola de diminutas gotas.

El general que acompañó a Kishar, se detiene cuando ambos llegan a las puertas cerradas donde la mujer del Voivoda se dispone a dar a luz y la abre, dejando pasar a la gitana mientras él custodia la entrada procurando que todo esté en orden.

Sorkan, aguarda en uno de los pasillos contiguos, sabe que su presencia, quizá sólo entorpecería a los que se afanan por traer su hijo al mundo; sabe, que le entregarán al pequeño nada más nacer y espera, impaciente y nervioso, respaldado por los dos generales que le acompañaron.

Kishar se adentra en la habitación y posa sus ojos risueños en Medb; viendo que la mujer está sufriendo, se arremanga las mangas del vestido acercándose a una jofaina donde se lava las manos, luego, acercándose a la mujer del Voivoda le pregunta....-¿Es vuestro primer hijo mi Señora? Medb asiente mientras sigue resoplando, intentando controlar la respiración como vio hacer a veces a otras mujeres que iban a parir. Kishar, colocando su mano sobre la frente de la mujer, le sonrió.
 
Sorkan escuchaba los gritos de Medb desde el final del pasillo. Sus ojos ambarinos, vedados por una cortina espesa, se posaron con fuerza en las puertas custodiadas. Resoplaba, moviéndose nervioso, con las manos a la espalda, la cabeza algo gacha, dejando sus largos cabellos negros tapando parte de sus facciones
.Medb, por su parte, haciendo caso de Kishar, empiezó a respirar como ella le indicaba, la situación, aunque cómica, surte efecto y el dolor parece cesar un poco...para dar cabida a otro mayor que arranca un grito agudo de su garganta..-Eso es que el joven príncipe ya sale mi Señora, ¡vamos!, uff, uff, uff, -dijo acompañando la respiración de la reina-.Medb maldecía entre gritos casi agónicos....-¡Odín!, ésto....duele....uff, uff, uff, más...uff, uff, uff, que la herida de una espada!, ¡maldita sea!. ¡Aaaaahgggggggggggggggg!!!. Kishar sonreía mientras se acomodaba a los pies de la cama y levantaba el camisón hasta las caderas de su Señora, tomándola con suavidad por los tobillos e incitándola a que abriera más las piernas.

Uno de los generales de Sorkan, se acercó a él, susurrándole algo. Éste asintió complacido, ahora, sólo queda aguardar a que nazca su hijo. En la balconada principal de la sala del trono, dispuesta para las audiencias, son postrados los diez hombres que se opusieron al trono de Sorkan, maniatados, custodiados por los hombres del Voivoda, mirando con pavor la entrada al balcón y deseando que Sorkan no aparezca... Medb tiene las piernas abiertas y sigue apoyada sobre sus codos, de tal forma, que puede ver como la cabeza del pequeño empieza a coronar. Los sirvientes, visiblemente nerviosos, oyen gritar a su Señora, acercándose a ella para con paños fríos, secarle el sudor de la frente, atentos a las indicaciones de Kishar; tienen miedo, saben, que si algo le ocurriese a la mujer de su Señor, o al pequeño, sus vidas, terminarían ahí..-Ah mi Señora, -dijo pícaramente la joven gitana-, recordad ahora tan sólo lo placentero que fue engendrarlo, ¡vamos!, ¡lo estáis haciendo muy bien, cuando notéis el siguiente dolor, empujad!, -colocándose en posición de sujetar al pequeño en cuanto éste asome-..-Ya...ya....ya saleeeee, ¿habéis visto que pelo más negro tieneeee?, ¡ahhhhh! ¡Ahhhhhhgggggggggggggg!!!, -grita de dolor mientras sus manos se cierran con fuerza sujetando las sábanas-.Kishar, con ésta última contracción, vio como salía la cabeza del niño, sujetándola con cuidado y ayudando que con el empuje de Medb ésta salga hasta el cuello.Medb siente un nuevo dolor, éste, más intenso y prolongado que los anteriores, cierra los ojos, mordiéndose los labios, con tanta fuerza que los hace sangrar.
 Cuando Kishar le indica, hace fuerza, empuja, ayudándose de un grito tan fuerte que resuena por todo el castillo...
Sorkan gruñe, nervioso al escuchar gritar a su esposa de esa manera, girándose a uno de sus hombres, busca respuestas a ello..-¿Es normal que grite de esa manera?, . -pregunta a uno de sus comandantes.

El hombre, bajó la cabeza un poco, sólo los de su rango y los más allegados al rey, están autorizados a alzar los ojos ante su Señor....-Calm meu Lord...cest tia a fïu fort, (calma mi Señor, tenéis un hijo fuerte). Kishar ya se afana en sacar primero uno de los hombros del pequeño, sujetándole por ahí, tira, aprovechando un nuevo empuje de Medb con el cual ya sale el cuerpo entero. Con sumo cuidado, lo deja entre las sábanas y rápida, coge los cordones de cuero con los que atará el cordón umbilical del pequeño príncipe, cortando éste hábilmente, por el espacio que dejó entre los dos cabos..-¡Oh mi Señora, -dice a la madre-, es un hermoso varón!, alzando al pequeño que comienza a llorar, respirando por primera vez el aire del país en el cual ha nacido. Su Tierra.

Medb jadea agotada, el último empujón la ha dejado casi sin fuerzas, pero aún, hace acopio de éstas para ver, a ese hijo tan deseado. Kishar, sonriendo, lo coloca sobre su pecho, para que así, Medb pueda ver bien a su hijo antes de que lo lleven ante su padre. .-...Kveldulv, -susurra-, ¿está bien?, ¿es un niño sano?...¡que hermoso es!, dice acariciando la cabecita del pequeño.
Los sirvientes se afanan en limpiarlo todo y Kishar, en acondicionar a su Señora, que, con su hijo en brazos, es la más radiante de las mujeres..-Si mi Señora, es un niño hermoso y sano, con todos sus deditos y todos en su sitio, -dice alegremente la muchacha sonriendo a ambos.

Medb, acaricia con mano temblorosa la cabecita de su hijo, sobre la cual, una pelusilla negra se cierne sobre el cráneo del niño, de piel tan blanca como la leche , el niño mama ávido y satisfecho tras buscar el pezón que le alimentará. Medb, dirige una mirada de profundo agradecimiento a la joven gitana, y de sus labios, sale tan sólo una palabra...multümesc. Sorkan, ya no escucha los gritos de Medb, lo que escucha ahora, es el llanto de su hijo cuando éste, reclama el calor de su madre..-

Buscadlo, -ordena a su comandante-.El hombre corre a cumplir su cometido, carraspeando, cuando inclina la cabeza reverencial ante la madre y el pequeño príncipe. Cuando ve al pequeño firmemente aferrado al pezón de su Señora, espera, manteniéndose alerta en la puerta. Kishar sigue diligente atendiendo a Medb y limpiando cualquier resto que evidencie el parto. Medb, besa la cabeza del niño al ver allí al comandante de su esposo que debe llevarlo ante él, antes de separarse del pequeño, le besa repetidas veces, sus ojos, vidriosos, más de emoción que por el trance sufrido, contemplan a su pequeño príncipe con infinito amor.
Kishar mira al hombre de la puerta e inclinando un poco la cabeza, anuncia a Medb.... -Mi Señora, alguien más desea ver al pequeño...Medb asiente, y con tono agradecido, alza al príncipe Kveldulv para que Kishar lo tome..-Su padre debe verle ahora, más, sed vos quien lo entregue, temo que éstos hombres, estén poco acostumbrados a sostener en sus brazos algo tan pequeño...
Medb toma con dulzura al pequeño, dejándolo en brazos de Kishar..-¡Oh, gracias mi Señora!, es todo un honor, -dice ruborizada mientras coge al niño con mucho cuidado y lo envuelve en un manto rojo, acunándolo-. Con cara de felicidad, camina con éste en brazos hacia el hombre que erguido espera en la puerta para que la guíe hasta el Voivoda. El soldado, algo contrariado, arruga el ceño, pero no puede discutir las órdenes de su Señora y así, consiente en que sea Kishar, y no él, quien entregue el niño a su padre. Se limita entonces a escoltar a la gitana hasta la balconada donde aguarda su Señor Sorkan, esperando en pie, frente a la hermosa cortina de gasa que lo separa del exterior, aguardando a atravesar ésta una vez tenga a su hijo en brazos. Sus ojos observan impacientes la puerta de la sala del trono... Medb, se relaja en el lecho, el dolor ha cesado, ahora, sólo la dicha la invade.

 El niño, es sano y fuerte, además, tiene el pelo tan negro como su padre, su piel, es tan blanca...¡que hermoso es!, -piensa-, su Señor se sentirá orgulloso de su cachorrito... Con éstos pensamientos, cierra los ojos, esperando que ambos regresen a su lado, mientras ella recobra fuerzas. Los sirvientes, han dejado sobre una mesa próxima al lecho, agua, pan y leche, por si su Señora desea comer algo, dejándola descansar sobre las de nuevo blancas sábanas. Todo ha sido recogido con premura y eficacia.
Cuando la joven gitana llega al salón del trono, ve al Voivoda, tal cosa le produce cierto temor, pues conoce de oídas las reacciones violentas del Señor de Valaquia; con el niño en brazos, avanza hacia él, siempre con la cabeza respetuosamente agachada, deteniéndose a unos pasos de éste y tendiéndole al pequeño....-Vu..vuestro hijo, mi Señor, -sin atreverse a alzar la mirada-, un varón sano y fuerte...
 
Sorkan se giro lentamente tras haber escuchado la voz de Kishar, sus ojos, apenas podían ver formas borrosas, éste hecho lo entristecía, pero sonrio, por fin, podrá tomar a su hijo en brazos, unos brazos, que pese a estar acostumbrados a blandir espadas y armadura, sujetan al niño con una delicadeza extrema.
Entre ellos, apenas siente el peso de su cachorro, al que mira, sin ver, olisqueándole cuando el pequeño, arruga los labios, aún con los ojos cerrados, moviendo las manitas abriéndolas y cerrándolas, acomodado ya entre los brazos del hombre que lo engendró..

Multümesc...rhom..., -acierta a decir en un susurro-, serás debidamente pagada por tus servicios, ahora, debo entregarle a mi hijo el regalo que tan celosamente he guardado hasta el día de su nacimiento...
Kishar asiente, retirándose unos pasos sin dar la espalda en ningún momento al Voivoda, que ya camina con su hijo en brazos, cubierto por una manta roja, bordada con los escudos de Valaquia.Sorkan, sale al exterior de la balconada, al sentir el frío nocturno, protege a su cachorro pegándolo a su rostro para darle calor, a su lado, sus dos comandantes de más alto rango, escoltan a ambos.
 Los hombres que mandó traer de los calabozos, están de rodillas, abajo, pidiendo clemencia con lastímeros gritos....-¡Va rog!, ¡¡¡meu Lord!!!,...¡va rog...!, (¡por favor, mi Señor...por favor!).

Sorkan, alzando el mentón, abriendo los ojos a pesar de no ver nada, levanta a su hijo con orgullo hasta rozar la carita de éste contra su rostro; aunque no ve, fija su mirada en las formas del hombre que habló, suplicando su perdón. Sin dudar un instante, toma la daga que uno de sus comandantes le ofrece; la misma daga que fuera ofrecida a Medb el día de sus esponsales y con ella en la mano, baja las escalas con parsimonia, acercándose a los prisioneros.
Su hijo, acostumbrado al sonido de la guerra mientras aguardó en el seno materno el desarrollo de la misma, parece no inquietarse antes los gritos de los que ahora, prisioneros, lamentan su suerte; el pequeño permanece tranquilo, cobijado entre los brazos de su padre que, acunándolo, se acerca más a ellos, empuñando la daga con la que piensa hacerle entrega de su 'regalo'.
El Voivoda llega hasta el primero de los hombres y sin compasión, coloca el puñal que sujeta por el mango, sobre su cuello, cuando uno de los soldados, sujetando al prisionero por el pelo, le deja expuesto éste. El prisionero se agita, llora, sigue pidiendo una clemencia que no obtendrá.

Sorkan sólo recuerda cuando el que ahora ante si clama por ella, al antiguo miembro del Sínodo, que sólo pensaba en alimentar su gorda panza cuando tan enérgicamente se oponía a que él fuese proclamado rey, ahora, famélico y derrotado...
Sorkan, antes de asestar el golpe mortal, deja que éstas palabras surjan de sus labios, deletreando cada palabra, deleitándose con ello ante la mirada atónita del consejero, que sigue agitándose, pidiendo clemencia en vano....-Cadä la spre meu fïu do mort...tu mä laptä...., (regalo a mi hijo la muerte de mis enemigos...).
La hoja, pasa tan rápida sobre su garganta que le sesga la tráquea, sus peticiones, quedan en un sordo gorgoteo. Medb en el aposento, una vez ha descansado un poco, intenta levantarse; sabe, que su esposo cumplirá la promesa que le hiciera el día de su boda y lamenta no poder estar presente, más, al intentarlo, nota como las piernas le flaquean, debiendo escuchar a regañadientes, los prudentes consejos de los físicos que la atienden, pidiéndole que se tumbe de nuevo.
 En ese instante, la joven gitana Kishar, entra en la habitación, corriendo junto al lecho de su Señora intentando que ésta permanezca acostada al traerle nuevas de lo que acontece. En el salón del trono valaco, el primer consejero es ya un cuerpo inerte sin vida, lo último que vieron sus ojos, fue a Sorkan, dirigiéndose hacia otro de los antiguos regentes de Valaquia, con la daga chorreando sangre y el niño, sujeto con firme dulzura entre sus poderosos brazos.

Medb suspira con resignación....-¿Ha dicho algo mi Señor sobre el pequeño?, -pregunta a Kishar, pues ésta, fue quien lo entregó a su padre.

Abajo en el salón, Sorkan, una vez más con un movimiento preciso, clava la daga en la sien del hombre que estaba al lado del senescal. Un antiguo militar, demasiado cobarde para enfrentarse a él en batalla, pero ladino, a la hora de utilizar la lengua para ponerse en su contra y en contra de las gentes que lucharon a su lado. Se detiene, mirando sin ver, como el segundo cuerpo cae a sus pies, avanza unos pasos más, deteniéndose frente a otro de ellos al cual clava la daga en la frente, dejándolo con espasmos en el suelo, siguiendo así la sucesión de hombres que horrorizados, gritan pidiendo clemencia.

La gitana, aún junto a Medb, la tranquiliza....-No dijo nada mi Señora, -dice sonriéndole-, pero me atrevería a decir, que se sintió abrumado, pues lo cogió con mucho amor y dulzura, protegiéndolo contra su cuerpo....-Lo llevó a...bueno, a mostrarle su presente, -continúa la muchacha-, y por su gesto, me atrevo a deciros, que se le ve feliz.

Sorkan sujeta con suavidad a su hijo Kveldulv, besando su frente un instante, como si con ese gesto, le dejase descansar de tanta muerte, orgulloso por el comportamiento de su cachorro, al cual no parecen molestar en absoluto los gritos de clemencia, que de mayor, deberá escuchar tan a menudo. Tomando aire, deja que éste salga lentamente de su boca cuando se acerca al último de los prisioneros, el más importante para él. El anterior Señor de Valaquia, su Voivoda, de aspecto mortecino, ojos saltones y espesa barba.
Se agacha un poco, siempre sosteniendo a su hijo en un brazo y empuñando la daga con la mano libre, le mira a los ojos, aunque no puede verle, pero sabe, que tiene para él un último gesto de orgullo.

Medb sonríe, sin duda más calmada tras escuchar las palabras de Kishar, deseosa de ver aparecer a su Señor portando el hijo de ambos en brazos, costándole imaginar, que el mismo hombre que quita vidas sin ningún tipo de piedad, sea también capaz de sostener a su hijo en el modo en que la joven gitana lo ha descrito...

Sorkan se incorpora de nuevo, henchido de orgullo, de su boca, surgen éstas palabras, con aire gélido y punzante..-Vointa a...voi a fi do...tîrziu fhi tu a vedea...,(mírale, porque será lo último que veas...).

La joven rhom, habla con desparpajo arrodillada junto al lecho que ocupa Medb,.-Pronto volverán mi Señora, veréis que si...yo, si gustáis, -sonriendo descarada-, me quedaré con vos hasta que regresen...si así lo deseáis....-¿Lloraba el pequeño?, -pregunta la madre-, he oído gritos de gente que no conozco, pero no escuché llorar a mi hijo....-¡No mi Señora!, podía decirse que él sonreía, medio dormido en brazos de su padre, nuestro Señor Voivoda...
Medb toma aire, soltándolo despacio, como haría aquel que sabe cumplida una difícil misión.

Mientras la daga se hunde en el corazón del antiguo soberano, Sorkan, deleitándose con los gemidos que éste profesa, pronuncia rotundo....-Kveldulv...reign inauntru al töu fïu..., (Kveldulv reinará sobre vuestros hijos)..-¡Aaahhh!...¡pentru...va rog!, -suplica el infeliz mientras la daga sigue hundiéndose más en su carne y atraviesa su corazón-.

El pequeño príncipe, toca con la manita la barbilla de su padre cuando éste, se inclina hacia delante con él en brazos para asestar el golpe mortal sobre el pecho del último de los enemigos que dejó en Valaquia, a la espera de su nacimiento.

Sorkan escucha con gesto feroz los últimos gritos y alaridos del hombre, los cuales, llegan más alto que los del resto, pues éste miserable, acostumbrado más a la política que a la guerra, no supo morir con dignidad ni soportar el dolor. Cuando la daga sale de su cuerpo, deja un reguero de sangre en el suelo.

La expresión fiera y satisfecha de Sorkan, va cambiando poco a poco tornándose sonrisa cuando, mirando al niño, acaricia la naricilla de éste con la suya, alzando la daga...
Sorkan desliza la fría hoja, ahora caliente por la sangre de sus enemigos por la frente del niño, una peculiar manera de bautizo, que deja una marca rojiza como una diadema...o una tiara para el príncipe, tan roja, como el dragón bajo el que ha nacido.

Una vez baja la daga, la multitud de soldados, toda la fuerza militar que lo apoya, se alza en vítores, haciendo que el estruendo metálico de sus armas, den la bienvenida al nuevo príncipe.

El pequeño, parece haber agotado ya la paciencia que le hizo permanecer callado, y ahora, arrugando el pequeño ceño, abre la boca, como si buscase el pezón que debe alimentarle; cuando Sorkan su padre, desliza la hoja sobre su frente, unas gotas de sangre ruedan por sus gordezuelas mejillas, y el pequeño, abriendo la boquita, las bebe como si fueran la leche que su madre guarda para él.

Sorkan mantiene los ojos puestos en la carita de su hijo, viendo únicamente, el contraste de la mancha roja, lamentando, no poder ver bien el rostro de su primogénito, deslizando luego los dedos manchados en sangre por la mejilla de su cachorro mientras lo envuelve cubriéndolo mejor, dejando atrás los vítores de sus hombres. Los cuales, tras ver desaparecer a su Señor, dan paso a una comitiva de gitanos que traen música con que amenizar la fiesta que comienza.

.-Calm meu fïu, (calma hijo mío), -dice Sorkan cuando avanza por los pasillos seguido de uno de sus hombres que le va guiando para que no tenga que ir más lento ni mirar demasiado por donde va-.La música zíngara, se escucha alegre mientras los soldados, empiezan a dar buena cuenta de los alimentos y bebidas traídas desde Kaupang, repartiendo gran parte de éstos entre el pueblo llano, haciendo que llegue a todas las aldeas para que todos, puedan celebrar la llegada del heredero de Sorkan, Voivoda de Valaquia, su salvador...

Sorkan se detiene, cuando abren las puertas del cuarto donde Medb, su esposa, aguarda; avanza entonces al interior, sujetando en brazos a su hijo, celoso de ese pequeño, arropándolo contra su cuerpo igual que haría un animal con su cría, luego, gira el rostro hacia el lecho, donde está su mujer..

Habéis hecho un gran trabajo...dándome a éste niño, mi Señora, -susurro antes de quedar a solas ambos con el pequeño príncipe, Kveldulv Sorkanssøn-


Medb Hårbrann av Sorkan Tîpar ta Valakia

 
 
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